Cómo odiar a Travis Anderson by Victoria Vílchez

Cómo odiar a Travis Anderson by Victoria Vílchez

autor:Victoria Vílchez [Vílchez, Victoria]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2021-11-05T00:00:00+00:00


Tara

Follar en una cama está sobrevalorado, aunque no estoy muy segura de que sea eso lo que estamos haciendo. Travis se mueve encima de mí a un ritmo sosegado que me está volviendo loca. Me ha desnudado con esa misma calma. La ropa ha ido cayendo a nuestro alrededor, prenda a prenda, acompañada de caricias de sus manos y su lengua mientras el sol va descendiendo hacia el horizonte con idéntica pereza.

Sus suaves envites, el choque de nuestros cuerpos, los gemidos que ambos dejamos escapar. Sin urgencia. Ajenos al tiempo y al hecho de que hay un mundo ahí fuera esperando a que regresemos a él. Pasadas largas de sus dedos sobre mi piel; roces húmedos de su lengua. Su mano deslizándose sobre mi cadera y mi muslo para colocar mi pierna alrededor de su cintura. Cada movimiento más vibrante que el anterior, más profundo. Enloquecedor. Con esos ojos turbios de deseos clavados en mi rostro en todo momento y la expresión de alguien que estuviera sintiendo algo demasiado intenso por primera vez en su vida.

La sensación de elevarse y caer, una y otra y otra vez. De encontrarse y perderse. De desear reír y llorar al mismo tiempo. De deshacerse y recomponerse bajo su cuerpo. De estar viva.

«Maldito seas, Travis Anderson».

Apoya las manos en la manta, junto a mis hombros, y se yergue sobre mí; su espalda ancha y los músculos de los brazos en tensión, y la tinta arremolinándosele sobre la piel, dorada y perlada de sudor. Me brinda una sonrisa sucia y provocadora mientras juguetea con el piercing de su lengua. Pasa un brazo bajo mi cintura y retrocede un poco más, llevándome con él, hasta que acaba sentado sobre sus piernas, y yo, a horcajadas en su regazo y con él aún en mi interior.

—Joder, Tara, eres preciosa —articula, mientras que la palma de su mano dibuja un tortuoso sendero alrededor de mi ombligo, asciende entre mis pechos y termina anclándose en mi nuca.

Se cierne sobre mi boca, sediento, y comienza a embestir de nuevo, esta vez con más urgencia. Mantiene mi espalda prácticamente en el aire, sujeta tan solo por el brazo que me rodea la cintura y el que sostiene mi cabeza, y empuja con fuerza con las caderas. Empuja. Y vuelve a empujar. Tan profundo dentro de mí que me siento morir, arrebatándome una cordura que de todas formas ni siquiera sé si quiero conservar.

—Travis, por favor… —suplico, incapaz de soportar por más tiempo la deliciosa tortura.

A sus labios aflora una nueva sonrisa y los ojos se le inundan de una emoción perversa.

—¿Más, Tara? ¿Quieres más? ¿Quieres correrte?

—Por favor —repito, porque a estas alturas no hay otra cosa que pueda decir.

Embiste y me pega a él para lamer mis labios. Su lengua se enreda en la mía y me tumba de nuevo sin separarse de mí. Sus envites se recrudecen. Me rompe por dentro y por fuera. Gimo y mis párpados caen. Yo grito. Él gruñe.

—Mírame, nena. Mírame —ruge, mientras saquea mi cuerpo a un ritmo castigador—.



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